Sobre comunidad, lecturas conjuntas y el asombroso poder de compartir algo

Adriana Acevedo
6 min readMay 16, 2020

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En estos tiempos de pandemia es igualmente difícil concentrarse en algo serio que disfrutar del entretenimiento. En mi experiencia, he encontrado que leer (ya sea ficción o no ficción) se ha establecido verdaderamente como un escape de la realidad y no como una herramienta para cuestionarme mi realidad y las cosas que ocurren a mi alrededor. No tengo ningún interés en establecer una conexión con la pandemia fuera de lo que pueda leer en internet para “informarme”. Y con tanto que nos estamos apoyando en el internet y las herramientas virtuales para trabajar y comunicarnos estos días, es básicamente imposible escapar de las noticias del COVID. Está ahí, presente en toda plataforma que accesemos. Honestamente, a mí me gustaría desconectarme de eso por unas horas. Entonces leo.

Pero, el asunto es, yo leo a la menor provocación. No importa la ocasión, yo voy a leer. E incluso, arriesgándome a ser un poco exagerada, puedo decir que estoy leyendo más ahorita en tiempos de pandemia que cuando estaba en la carrera. Es agradable. Me da otras cosas en qué pensar. Pero la lectura es una actividad muy solitaria y aislante, por lo que tampoco resulta conveniente realizarla de esa manera. Y definitivamente tampoco ayuda a la mentalidad actual.

Desde hace unos meses vengo guiando un círculo de lectura. Antes del COVID nos reuníamos todos los martes a las 8 de la noche en un café en la Condesa para discutir y compartir novelas. Empezamos con algo que a todos les gustaría: Frankenstein. De ahí seguimos explorando la ciencia ficción y pasamos por Sueñan los androides con ovejas eléctricas y Fahrenheit 451 para luego desviarnos hacia los caminos del terror y leer El resplandor de Stephen King. La última novela que leímos fue A sangre fría de Truman Capote. Todas estas novelas son las taquilleras de las librerías y muy bien conocidas. Y aunque no todas las leí en la carrera, definitivamente forman parte del canon de literatura inglesa y occidental. Algo que, me guste o no, es mi zona de confort y que me ha costado un poco de trabajo abandonar.

Originalmente, me uní al colectivo de círculos de lectura como guía de los círculos para leer cosas que usualmente no leería, sumergirme en otras tradiciones literarias, leer autores y autoras para mí desconocidos y experimentar. Ampliar mis horizontes. No quedarme nada más con lo que sé y no estancarme en el canon. Mi círculo aun es joven y no se puede dirigir a sí mismo. Y si ése fuera el caso, no habría necesidad de mi presencia. Originalmente yo buscaba que los integrantes del círculo me guiaran hacia nuevos horizontes literarios, en vez de yo a ellos. Estaba sumamente equivocada. Me costó solo 5 libros y más de medio año darme cuenta que no se trata de que la curiosidad de alguien más me abra las puertas de la literatura sino que es parte de mi trabajo explorar los posibles vínculos entre una novela y otra. Ver las temáticas en las que pueden estar de acuerdo dos novelas o incluso proponer una novela que sea radicalmente distinta a la que habíamos leído antes y a partir de ahí proponer varios títulos que me interesen o que les interesen a los participantes del círculo.

¿Pero cómo saber qué es lo que les interesa si al momento de preguntarles qué les gustaría leer responden “lo que sea”? Eso es cuestión de poner atención cuando expresan sus puntos de vista sobre la novela. Escucharlos y anotar mentalmente en lo que se enfocan cuando dicen que algo les llamó la atención. O incluso también saber interpretar que no les ha gustado el estilo o la temática de una novela y sugerir otra cosa diferente. Cambiar de aires.

A sangre fría fue elección de uno de los integrantes de círculo, quien en realidad dijo que quería leerla cuando les pregunté con qué querían continuar. En mayor parte, fue una opción sólida para el círculo y mi segunda lectura de la novela fue una experiencia bastante grata. Empezamos a leerlo justo cuando empezó la cuarentena por Skype, pero al parecer no es muy agradable para aquellos que no estén familiarizados con la aplicación, y después nos pasamos a Hangouts, que sí es más intuitiva y de fácil acceso. Voy a ser honesta, en un principio no quería tener las sesiones del círculo de lectura porque pensaba que podía hacer otras cosas con ese tiempo, como ver películas (principalmente). Pero después de la segunda sesión en línea, todo mi panorama cambió.

Discutimos todos los ángulos que se nos ocurrieron. Abordamos la novela como un trabajo de no ficción periodístico pero también nos arriesgamos a considerarla ficción y hablar de los sujetos involucrados como “personajes”. Surgieron cosas y observaciones que yo había pasado por alto en mi primera lectura. Una de ellas fue el sentido de comunidad y el desmoronamiento de la misma después del asesinato de la familia modelo gringa. También exploramos la tangente del detective – como parece ser que en la novela de Capote se marcan las características definitorias del detective moderno: con estudios y una amplia carrera profesional, obsesionado con el caso al grado que se va aislando de su familia y la presencia del perfil psicológico para analizar y comprender los motivos de los criminales. Para este círculo en particular ésta fue la parte que más pareció interesarles. ¿Entonces qué hice? Propuse títulos de novelas policíacas de autores latinoamericanos como posibles candidatos al siguiente círculo para seguir con la línea del detective y para ampliar mis horizontes literarios.

La novela policíaca no figura tanto en mis gustos no porque no la disfrute, sino porque no me he acercado a ella lo suficiente. Y creo que sobra decir que mi conocimiento de autores latinoamericanos colinda peligrosamente con lo nulo. Mis propuestas parecieron agradarles y el siguiente círculo será dedicado a Leonardo Padura y su novela Pasado perfecto, la primera en una serie detectivesca. El círculo sigue leyendo y discutiendo algo que les interesa y yo leo algo que nunca antes había leído. Todos ganan.

Desde que comencé los círculos de lectura me di cuenta de que compartir la lectura de una novela con gente que tiene mentalidades y puntos de vista diferentes a los tuyos enriquece muchísimo la novela. Y lo que pasa es que la novela no se acaba cuando se publica. La novela nunca se acaba porque siempre hay un nuevo lector que puede tener una interpretación, un punto de vista, un sentimiento al respecto diferente. Casi nunca vamos a tener las mismas interpretaciones como lectores, eso es lo bello de la literatura. Que incluso dentro el universo limitado de la novela pueden existir miles de posibilidades porque hay miles de lectores potenciales. Y justo la integración de todas estas posibles lecturas en una discusión enriquece la forma y el contenido de la novela y la experiencia de la misma.

Y definitivamente también amplía mi concepción de la novela al no quedarme con un análisis bastante académico. Claro que hay cosas de las que no se puede hablar porque no están en el texto, hay reglas que seguir aun en un análisis no académico, como por ejemplo la intención del autor. Como lectores, no tenemos ni idea de cuál era la intención del autor y eso es algo que te dicen el primer día que estudias letras. Y, además, Roland Barthes ya mató al autor. Ya no nos interesa esa persona. No es válido preguntar cómo la vida del autor influye en su obra porque no nos incumbe como lectores porque la obra no incluye al autor. La obra es por sí sola. Tampoco se puede hablar de hipótesis cuya respuesta no te proporciona la novela. No se vale preguntar “¿y si esto hubiera sido diferente?” porque en la novela es de una forma y tenemos que interpretar a partir de eso. Sin embargo, en las sesiones del círculo, esas reglas parecen ser más flexibles. Experimentar con conjeturas e interpretaciones rebuscadas que claramente están influenciadas por nuestra percepción del mundo y nuestras experiencias personales resulta liberador y divertido. Son preguntas inocentes, que no afectan a nadie, y ningún crítico literario muere si las hacemos.

Me resulta un poco difícil deshacerme de la mentalidad académica pero creo que también es un buen ejercicio leer sin tener siempre un análisis presente. Leer por diversión. Leer para compartir. Leer para escuchar otras voces que no sean la propia y no enclaustrarse en la lectura individual que en un extremos nos puede llevar a establecer nuestra lectura como la única lectura posible de la novela. Leer para experimentar la misma novela mediante otro punto de vista.

Si les interesa, y les llama la atención eso de compartir lecturas en ambientes relajados con unas cuantas cervezas y una que otra palabra altisonante, les dejo las redes sociales del colectivo de fomento a la lectura Virgulilla.

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Adriana Acevedo

La realidad mata; la ficción salva. Ferviente creyente y practicante del impulso humano de contar historias. Sólo escucho a The National y Shakira.